"LAS CASTAS DEL LEVANTE"

Odio el viento, prefiero mil veces que llueva a que ventosee. Las ventosidades siempre son desagradables. Este fin de semana hemos tenido levante de ese que echa cojones. El levante es más desagradable que el escaparate de una ortopedia, no te deja hacer ná de ná. Para empezar, ya comienza a ser chungo el nombre; Levante, porque suena a levantarse, a despertador enfurecido a las siete de la mañana. Si fuera el mismo viento llamándose “Acueste” otro gallo cantaría.

El levante reboza las tortillas de arena de playa en cuestión de segundos, hace imposible jugar al mus playero si no es con las cartas impregnadas con Loctite, trae una calor de espanto y encima tarda cinco días en irse. Toda una monería meteorológica. De todas formas hay a quién le gusta el levante. Yo tengo un vecino tan flojo que sólo celebra sus cumpleaños los días de levante, porque saca la tarta a la calle y las velas se apagan solas. Esas siestas en sofá de eskay los diítas de levante son todo un encanto. Cuando te levantas has dejado el sofá como la sábana santa, con todo el contorno corpóreo marcadito en la poli piel. Ya puedes poner un ventilador modelo “Colinas de Tarifa” que te pegas al sofá.

¿Cómo puede gustarle el levante a la gente?. Yo los días que sopla me acuerdo de Eolo y de su familia, cuando llegan esas ráfagas de aire, más calientes que la oreja de Niki Lauda. De lo peorcito del verano, junto a verme a mí en bañador. Ojalá el levante meteorológico haga como su homónimo futbolístico y se acoja a la Ley Concursal, de manera que no pueda soplar sin permiso de los administradores judiciales. Nos haría un gran favor.